cunia cine comic y otras hierbas

Funny Games: el arte de la fotocopia

Archivado en: Celuloide el Viernes, 4 de Julio

¿Qué lleva a un director a aceptar realizar el remake de su propia película dentro del marco de la industria hollywoodense? El dinero, la fama, la posibilidad de poder llegar a más gente, disponer de más medios… Pero si el cineasta en cuestión ya goza de una carrera aplaudida entre la crítica, jaleada en festivales, más que reconocida, y han pasado diez años desde que se estrenase la cinta a rehacer, ¿cuál puede ser la motivación? Michael Haneke, quien incomodara al espectador con cintas como La pianista o Caché (Escondido), poseedor de una trayectoria impecable entre los entendidos que valoran el cine de autor por encima de todas las cosas, ha decidido, una década después, presentar una nueva versión de Funny Games, uno de sus títulos más valorados, una implacable crítica a la representación de la violencia en los medios.

funny_games2.jpg

La noticia, de por sí, se antoja extraña, más aún si el propio Haneke reconoce haber copiado plano a plano la película predecesora. ¿Qué sentido tiene? Salvo el plantel de actores, y algunos inevitables pequeños detalles que sitúan la acción en USA, el último filme del director de Código desconocido es exactamente igual al que ya hizo. El realizador austriaco se ha limitado a fusilar escena a escena su obra, con la misma atmósfera, con similares decorados, secuencias idénticas, como en un espejo… ¿Por qué? Sólo puede entenderse esta decisión desde el punto de vista de un creador que ha querido que su mensaje, con un lavado de cara ad hoc, llegue a más público. Un mensaje aún vigente. Un mensaje fotocopiado de su anterior propuesta, de tal manera que, si poco o nada ha cambiado, el objetivo permanece inalterable.

FunnyGames.jpg

Funny Games es una película excepcional, inquietante, dura, directa y necesaria. Por tanto, su copia también lo es. Si merece la pena ver o no ver el nuevo largometraje, si ya se ha visto el anterior, es lo que le deja a uno perplejo. Evidentemente, las imágenes son diferentes si atendemos a sus rostros, distintos a la primera versión, con Naomi Watts y Tim Roth como la pareja que recibe a dos desalmados de desviado comportamiento, interpretados esta vez por Michael Pitt (Soñadores) y Brady Corbet (Thunderbirds). Anna, George y su pequeño vástago, Georgie, la familia feliz, inician sus vacaciones en su residencia de verano. Mientras ella prepara la cena tan ricamente, reciben la inesperada visita de dos sujetos, Paul y Peter, cuya mirada no parece limpia. La pesadilla no ha hecho más que comenzar.

Funny Games de 1997 y 2007 comparten puesta en escena. Ambas son un espectáculo agresivo al servicio del espectador, cuyo morbo y naturaleza de voyeur se ponen en entredicho. Haneke riza el rizo del ejercicio metalingüistico firmando diez años después la misma denuncia al tráfico de imágenes retorcidas utilizadas para el deleite del gentío. Lo más escalofriante es que todo sigue igual. Probablemente, el cineasta se ha visto obligado a retomar su artillería audiovisual, aquella que ya demostró su eficacia, esa crítica despiadada al ser humano y su afán por consumir violencia ficticia o no, en una apuesta radical, copiándose a sí mismo, porque nada ha cambiado ante sus ojos… y probablemente nada cambiará. Esta vez, combate al enemigo desde dentro: arde Hollywood.

(del suplemento GPS) 

Anotaciones Posteriores