La bruja, ha tardado más de la cuenta en estrenarse en nuestra cartelera y parecía que quizás tamaño privilegio jamás iba a ocurrir, un sambenito aplicado a otro filme vitoreado en festivales cuyo lanzamiento, casualidad, coincide en el tiempo este mismo fin de semana en nuestras salas: High-Rise, otra esperada propuesta de autor difícil de vender que despierta filias y fobias a su paso. Nadie apostaba a que ambos títulos, dos de los proyectos con mayor personalidad de la temporada en el marco del género fantástico, fueran proyectados por estos lares en pantalla grande, salvo en celebraciones puntuales, a pesar de haber cosechado excelentes críticas.

Retomando La bruja, estamos ante una pieza cuyo visionado hay que cuidar al máximo, al tratarse de una manera de entender el cine como ritual. Penetrar en las fauces del sombrío filme de Robert Eggers es vital para dejarse hipnotizar por su planteamiento y verse envuelto por su atmósfera. El público sentado en su butaca es testigo de un espectáculo medido en el que ocurren muchas cosas cuando parece no pasar nada. Lo sobrenatural empapa cada escena de esta cinta que puede adscribirse al gótico americano sin que veamos la amenaza, sin caer en lo obvio y machacar los lugares comunes del terror. El horror no se deja ver, pero está ahí, lo que da mucho más miedo. El diablo nos vigila entre las sombras. El mal se oculta entre los pliegues de nuestra existencia. O quizás todo es un espejismo.

La bruja no es una película de sustos. No va por ahí, aunque el tráiler pueda llevar a engaño. El espectador debe entregarse a la ceremonia en la sala oscura, al aquelarre, y dejarse columpiar por una estética de época pictórica, nada efectista, tan bella como insalubre. El intelecto del público va contaminándose a ritmo pausado con la fascinante descripción del comportamiento de una familia que quizás está tocada por el demonio. O no. Este es el juego macabro, mostrar lo justo para generar inquietud, dejando al horror puro anidar en nuestras mentes. Un cuento de brujas sin escoba, perturbador sin necesidad de ser tremendista ni explícito, que demanda concentración frente a la fragmentación audiovisual y la dispersión que nos embriaga en el nuevo siglo. Ver una película como ésta mientras tuiteamos, o damos al pause de vez en cuando, hace que pierda su sentido. Es no querer al medio.

(fragmentos del amplio artículo para LA BUTACA de El Correo)

One thought on La bruja: El cine como ritual

  1. [] y la falta de atención. Es un relato para sumergirse en él y dejarse llevar hasta el final y, como dice Borja Crespo, nada mejor que una sala de cine oscura para []

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