Si es que ya no queda nada
No sé qué me pasa. Siempre he odiado el jodido verano, ese calorazo insoportable, ese parón de actividades festivaleras, de curro y de todo… Pero este año, todavía en marzo… y pienso en el verano. Quiero ir ya en pantalones cortos y camiseta, rascarme la barriga a saco y devorar conciertos veraniegos entre multitudes. El FIB ha confirmado a Dinosaur Jr., te cagas, y en el Summercase vuelven a la carga Jesus Mary Chain. Pienso en lo bien que estuve el pasado verano en Granada, con el gran Chema, en su cortijo impagable. Me vienen imágenes de la playa, ese lugar pasto de domingueros que odiaba antes de irme a vivir a Madrid (he tenido el mar toda la vida al lado de casa y no le he hecho ni puto caso). No sé si preocuparme o aceptar que soy un bon vivant en estado de gracia. Estoy más cerca de los 40 que de los 30 y quiero fiesta, fiesta y fiesta. Puedo oler el kalimotxo de la Aste Nagusia bilbaína. El síndrome de Peter Pan ya es galopante. A ver si, para disimular, me hago un cortito o algo para empezar bien septiembre. De momento, voy desempolvando los ventiladores.