Días de paracetamol
Paracetamol, Clarityne y Bexal en vena. La alergia primaveral de los cojones se alía estos días con un punzante dolor de muelas. ¿A estas alturas aparecen en escena las muelas del juicio? Ya he aceptado hace tiempo que he perdido el juicio, joder, no me vengas ahora con estas, querido organismo…
Igual es que aún estoy afectado por la gala de Factor X del pasado lunes, donde los incautos espectadores de criterio abollado fuimos sometidos a varias descargas de amor chacho. Tremenda la pieza protagonizada por el microcéfalo de United y su ligue rubiales de bote de las Lady´s, con ese final en un hotel de luxe echando el palo con el beneplácito del programa, que subvenciona el sexo libre entre subespecies. Creo que me apeo de mi adicción absurda después de tanto horror, compañeros.
El calor ya está aquí para quedarse, y va en serio. He desempolvado los ventiladores, y ya va siendo hora de pillar un aire acondicionado decente para no quejarse tanto. El pasado verano sufrí de lo lindo dando caña a los textos del libro de Cronenberg encerrado en casa. Entre el trasfondo enfermizo de la materia a tratar, el rollito ermitaño y el calorazo letal uno se derretía ante el ordenador pensando en cosas terribles. Muy terribles. No pienso volver a dejar entrar en mi hogar, dulce hogar, la palabra decadencia con tanta soltura.
Tras el curso en Santander que impartí con satisfacción el pasado viernes, con Cobe (el hombre que desayuna cuatro veces tan campante) y Vigalounge (el hombre que pone a sus alumnos YouTubes para concienciarlos), me pasé por Bilbao, donde comí en exceso para no olvidarme de que soy vasco. Aproveché para dar mi primer paseo dominguero por los acantilados de la Galea con los cascos a tope (Tegan Sara), pensando en lo divino y lo humano, señal, para el que esto escribe, de que da comienzo de verdad el verano, unas fechas que antes odiaba, y ahora reclaman mi atención poderosamente. Mi madre, siempre aguda, me dice que es un síntoma de que me hago mayor. Puede ser, las canas de mi perilla se reproducen vertiginosamente, cuestión que me preocupa más bien poco, la verdad… Como dice el amigo Lardín en uno de sus últimos posts (que admiro sobremanera): Llevo aquí unos 36 años y todo va bien.
De vuelta a Madrid, las cañas y las tapas en las terracitas combaten, cuando cae el sol, el exceso de trabajo del día a día.
De papeo con Juantxu, que se atreve a representarme (gracias, txo!); el amigo Jimmy Barnatán, un jodido crack; y Enrique, el hombre inefable que soporta mis interrogatorios tontos sobre papeleos odiables, llegamos a la siguiente conclusión tras hablar de todo un poco frente a un escalope con patatas y salmorejo…